Se conoce como quiromasaje al masaje desarrollado manualmente como parte de una terapia. De este modo, un quiromasaje se diferencia de aquellos que se realizan con distintos instrumentos o dispositivos.
Cuando un quiromasajista ejerce una presión sobre una zona del cuerpo en la que su paciente siente dolor, se produce una respuesta refleja que permite calmar la dolencia. La presión táctil y el frotamiento también pueden impulsar otros mecanismos, como reducir la sensación de cansancio o modificar el estado anímico.
Es importante destacar, de todos modos, que el campo de los quiromasajes es muy amplio. La comprobación científica de sus efectos suele ser difícil de llevar a cabo: por eso, la medicina muchas veces no reconoce los quiromasajes como tratamientos válidos para enfermedades o dolencias.
Hay que tener en cuenta que una persona que ofrece un quiromasaje a su pareja con la intención de contribuir a su relajación no cuenta con los mismos conocimientos que un fisioterapeuta que masajea a un paciente para favorecer la recuperación muscular después de un esfuerzo, por citar un caso. A los quiromasajes también se le atribuyen beneficios para la circulación y la capacidad de mejorar la movilidad de tejidos dañados.
Aunque resultan difíciles de cuantificar, los beneficios psicológicos de los quiromasajes suelen ser aceptados a nivel general. El contacto entre la mano del quiromasajista y la piel de la otra persona suele provocar relajación y placer, algo que ayuda a eliminar tensiones y a reducir el estrés.
Debe resaltarse que los quiromasajes tienen ciertas contraindicaciones: no deben realizarse sobre heridas abiertas, hematomas de origen reciente o quemaduras, por ejemplo.